martes, 14 de octubre de 2008

expulsion de los moriscos (S.XVII)


La decisión de expulsar a los moriscos vino determinada por varias causas:

- La mayoría de la población morisca continuaba siendo un grupo social aparte, a pesar de que la mayoría de las comunidades habían perdido el uso de la lengua árabe en favor del castellano, y de que su conocimiento y los ritos del islam, eran en general muy pobre.

- Tras la rebelión de las Alpujarras fue tomando cada vez mayor peso la opinión de que esta minoría religiosa constituía un verdadero problema de seguridad nacional. Esta opinión se veía reforzada por las numerosas incursiones de piratas berberiscos, que en ocasiones eran facilitadas por la población morisca y que asolaban continuamente toda la costa levantina. Los moriscos empezaron a ser considerados unos potenciales aliados de turcos y franceses.

- El comienzo de una etapa de recesión en 1604 derivada de una disminución en la llegada de recursos de América llevó a la población cristiana a mirar con resentimiento a la morisca.
- Una radicalización en el pensamiento de muchos gobernantes tras el fracaso por acabar con el protestantismo en los Países Bajos.

El intento de acabar con el pensamiento crítico hacía tiempo corría por Europa sobre la discutible cristiandad de España por la permanencia de algunas minorías religiosas. Con esta decisión se acababa con el proceso homogeneizador que había comenzado con la expulsión de los judíos y ratificaba la cristiandad de los reinos de España. La opinión pública acerca de los moriscos se encontraba muy dividida entre los que consideraban que se debía dar tiempo a su cristianización, los que consideraban que se debía seguir tolerando y los que proponían expulsarlos.
La población morisca estaba concentrada en los reinos de Aragón y de Valencia. El crecimiento de la población morisca era bastante superior al de la cristiana. Las tierras ricas y los centros urbanos de esos reinos eran mayormente cristianos, mientras que los moriscos ocupaban la mayor parte de las tierras pobres y se concentraban en los suburbios de las ciudades.
En Castilla la situación era muy distintaya que tenia una poblacion muxho menor. Debido a este menor porcentaje de población y a la positiva experiencia con los antiguos mudéjares, los cuales llevaban siglos conviviendo con la población cristiana, el resentimiento hacia los moriscos en la corona de Castilla era menor al de la población cristiana de la corona de Aragón.
Un gran número de eclesiásticos apoyaban la opción de dar tiempo, una opción en parte apoyada por Roma, consideraban que requería de una prolongada asimilación en las creencias y sociedad cristianas. La nobleza aragonesa y valenciana era partidaria de dejar las cosas como estaban, pues éstos eran los grupos que más se beneficiaban de la mano de obra morisca en sus tierras. El campesinado, los veía con resentimiento y los consideraba rivales.
Entre los defensores de la expulsión se cuenta a Jaime Bleda, inquisidor de Valencia, donde la población morisca era la más numerosa, quien propuso al rey la expulsión de los moriscos. En un principio la idea no fue considerada por el gobierno, pero la misma fue propuesta de nuevo por el arzobispo de Valencia, Juan de Ribera, que apoyaba la expulsión al considerarlos herejes y traidores, a lo que el arzobispo añadió una característica que hizo la proposición bastante atractiva: el rey se podría beneficiar de la confiscación de bienes y propiedades de la población morisca e incluso esclavizarlos.
La política acerca de la población morisca había sido la de conversión, aunque con anterioridad Carlos I y Felipe II hubiesen insinuado y pretendido una medida más radical. Sin embargo, fue a partir de 1608 cuando el Consejo de Estado comenzó a considerar la opción de la expulsión y en 1609 recomendó al rey tomar dicha medida